sábado, 7 de febrero de 2015

6 razones para viajar a Polinesia


Vivir simple y dejarse abrumar por los paisajes, los colores, el calor del sol, el aroma de las flores, la musicalidad maorí y el sabor de la fruta fresca. Otro mundo en este mundo.
1. Tahití.

 6 razones para viajar a Polinesia

Bora Bora.


La isla principal de este archipiélago compuesto por 118 islas recibe con música de ukelele y tambores, los primeros ia orana, maeva (hola, bienvenidos), el obligatorio pasaporte collar de tiares -la flor nacional; blanca, delicada, similar al jazmín- y la cadencia de la música. Su capital, Papeete, es una ciudad ajetreada, y en sus mercados los stands ofrecen de todo: pareos de todos los colores, cremas de coco, de vainilla, tés de mango, sombreros, tiki -estatuillas de dioses-, tapa -dibujos tradicionales sobre corteza de árbol-, frutas, perfumes y monoi, aceites de coco y tiare.

2. Taha'a.


6 razones para viajar a Polinesia
Un atolón.


 De Papeete, un vuelo de 40 minutos de Air Tahiti lleva al aeropuerto de Raiatea, y a pocos metros de la pista, una lancha a la isla de Taha'a. Indescriptibles cabañas de lujo de madera y caña, con techo de hojas de pandanus y piso vidriado para ver el mar. Taha'a es conocida como la "isla vainilla", por la cantidad de plantaciones que aloja de este género de orquídeas que en 1848 fue traído desde México, y aquí se adaptó y conformó una especie distintiva, la Vanilla tahitensis, famosa por su calidad aromática. Aquí viven hoy unas 5.000 personas, y más de 150 familias viven de ella: la isla produce más del 80% de la vainilla de la Polinesia. Por eso al caminar por las costas de Taha'a o navegar en la laguna turquesa que la rodea, es inevitable ser envuelto por su suave y dulce aroma, en tanto desembarcar permite visitar establecimientos productivos.

3. Bora Bora.

6 razones para viajar a Polinesia

 La isla más famosa, por su laguna de un turquesa tan intenso que casi lastima los ojos y el fondo siempre del monte Otemanu, una bellísima mole de piedra de más de 700 metros, de vegetación ultra verde. Pero también por las memorias de la Segunda Guerra Mundial -con los en sus famosos siete cañones instalados por Estados Unidos en la década del 40-, y por los tatuajes, una tradición milenaria entre los maoríes. Antes los tatoos hablaban de las personas, contaban su historia, hoy son sólo decorativos, y no pocos turistas regresan de la Polinesia con este recuerdo imborrable.

4. Snorkel entre tiburones y rayas.

6 razones para viajar a Polinesia

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Créditos: Enrico Fantoni.


 Es uno de los "must". Para los polinésicos, los tiburones son sagrados, ya que se encargan de llevar al cielo el alma de los muertos. Nadar entre tiburones grises, limón o de punta negra, que pueden medir unos pocos centímetros o más de tres metros, es indescriptible. Este archipiélago es probablemente el mejor lugar del mundo para vivir esta experiencia. Snorkel mediante, el espectáculo también lo dan las rayas grises, que parecen volar cámara lenta al rozar las piernas y subirse "a upa" de guías y turistas en busca de alimentos.

5. Sabores.

 Ni hace falta presionar sobre el cuchillo para que la carne del mahi mahi, el pez más típico de la zona, se deshilache en finas hebras de sabor suave, casi perfecto al encuentro con el paladar. Sobre todo en Bloody Mary's, el restaurante más famoso de Vaitape, principal pueblo de Bora Bora. Otro plato tradicional es el poisson cru (atún fresco marinado en leche de coco), además de otros peces típicos como el papagayo, el espectacular atún rojo, el bonito y el pez espada.

6. Rangiroa.

 Está a una hora de vuelo de Bora Bora, en el archipiélago de las Tuamotu. No es una isla sino un atolón, esos famosos anillos de coral con una laguna interior que se comunica con el mar abierto. El fin de todo: calma, pocos hoteles, pocos turistas, todo mar. Y una laguna azul (más azul que todo el azul que la rodea) que es un placer innombrable. Más cuando a sus orillas se saborea una parrillada, y la parrilla termina en el agua donde es limpiada por decenas de pececitos de todos los colores.
Como para despedirse con la frase del artista Paul Gauguin en su libro Noa Noa, la isla feliz, describiendo sus días de autoexilio en estas islas: "En la tierra deliciosa, ahora, verdaderamente venero las menudas peripecias cotidianas y su profunda significación. Gozo con simplicidad de la luz mientras ésta brilla; yo, ahora, sé vivir".


Barú, la isla de los sueños


Barú, la isla de los sueños
Dicen que todo empezó en 1650, cuando el gobernador español de Cartagena de Indias, Pedro de Zapata Mendoza, hizo realidad un viejo sueño virreinal: abrir un canal entre el puerto de Cartagena y el río Magdalena, 129 km construidos a pico y pala entre las ciénagas y selvas costeras. Luego llegarían los buques de vapor y los sistemas de dragado modernos, pero éste es el origen del Canal del Dique, que desde entonces separa la península de Barú de la tierra firme. Así nació lo que se conoce como Isla de Barú, un paraíso natural de 7.000 hectáreas en el Caribe colombiano, con sol y playas. Está a 40 km de Cartagena, desde donde se puede llegar por tierra en ómnibus: son 70 minutos de viaje, se cruza el Canal del Dique por un puente. O también por mar: un viaje de 50 minutos en los barcos que salen del muelle turístico de Cartagena. Muchos viajeros tienen el traslado incluido en el costo del paquete turístico.

A primera vista, la isla de Barú es la versión más agreste del Caribe colombiano. Hay manglares, bosques, barreras de coral, arenas blancas, aguas cristalinas ideales para bucear, playas casi vírgenes y pequeños pueblos de pescadores como Santa Ana, Ararca y Barú.
Barú, la isla de los sueños

El escenario de postal tiene nombres para recordar, como Playa Blanca, Playa de los Muertos y Playa Bobo, allí los pobladores atienden puestos donde se puede disfrutar de bandejas de langostas y mariscos, pulpo, arroz con camarones. A lo lejos se ve el Parque Nacional Los Corales del Rosario, integrado por más de 40 islas que frecuentan pescadores y buceadores.
Volviendo a la isla de Barú, los nombres de ciertas playas se explican por la historia. Frente a Barú ocurrió una gran batalla naval, fue el 8 de junio de 1708 entre una flota de galeones españoles y otra de buques de la marina inglesa, ansiosos por apoderarse del oro de América que los españoles llevaban hacia Cádiz. La artillería inglesa falló y el oro se hundió a 200 metros de profundidad. Así quedó en evidencia que los galeones eran ya una tecnología naval obsoleta.
Proyectos

Barú está considerada como una de las grandes reservas turísticas de Colombia, con una ubicación privilegiada porque se complementa con Cartagena y su propuesta de turismo cultural e histórico. Por eso, si los proyectos anunciados se cumplen, se construirán 2 mil casas de vacaciones, cuatro hoteles de 250 habitaciones, canchas de golf, un puerto de yates y centros de servicios. Las inversiones sumarían 350 millones de dólares. En la zona de Playa Portonaito se inauguró en 2009 el hotel Royal Decameron Barú. El complejo tiene 366 habitaciones -divididas en 321 de categoría Superior con vista al mar o la laguna Portonaito, junto a 45 habitaciones Deluxe, todas con vista al mar- equipadas con aire acondicionado y televisión por cable. El hotel tiene además 4 restaurantes, 5 bares, 3 piletas de natación, 2 canchas de tenis y un centro de convenciones con capacidad para 700 personas.
La arquitectura del hotel es de estilo tropical moderno, con mucha madera y ladrillo a la vista. Sus instalaciones disponen de facilidades para navegar en kayak, canoa y catamarán, además de bucear. Hay gimnasios, spa, discotecas y sistema de canilla libre.
El perfil de los visitantes es muy variado: mieleros, familias con chicos, ejecutivos de empresas que se reúnen en convenciones. En vacaciones abundan las familias que llegan desde Sudamérica, de países como Argentina, Chile y Uruguay. El clima, típico del Caribe, húmedo y con temperaturas que llegan hasta los 35°C, invita a practicar snorkel o, sencillamente, a disfrutar de un día de playa, tirado en una hamaca. Desde el hotel salen también excursiones a la ciudad de Cartagena con sus históricas murallas y fortalezas españolas. Otra opción es navegar hasta las cercanas islas del Rosario, con una visita al delfinario de isla Palma. O engancharse en un tour de pesca. En cualquier caso, si la idea es alejarse del ruido, Barú es el lugar más indicado.