martes, 10 de febrero de 2015

Vacaciones en las Islas Cayman


Vacaciones en las Islas Cayman
Una de las mejores del Caribe, “Seven M

Escapada ideal para quienes viajan a Miami (está a una hora de vuelo) y buscan conocer un nuevo destino con playas de aguas claras, tranquilas y transparentes, Islas Cayman busca tentar al mercado argentino para estas vacaciones. Ubicadas al sur de Cuba y al oeste de Jamaica, son tres las islas que dan forma a este territorio Británico de Ultramar: la principal que es Gran Cayman, Cayman Brac y Pequeña Cayman. Lo más interesante es que de julio a diciembre hay precios promocionales de temporada baja, y planes de comida y excursiones que permiten al viajero argentino contratar y pagar ran parte de los servicios turísticos antes de partir. Aquí, algunas de sus propuestas para disfrutar:
LA MEJOR PLAYA:


Vacaciones en las Islas Cayman
La paradisíaca playa de “Seven Mile” está rodeada de hoteles y restaurantes y se ubica cerca de 3 Km de Georgetown, la capital.
Créditos: Oficina de Turismo Cayman


 Las playas son, por supuesto, su gran atractivo. En Gran Cayman se encuentra "Seven Mile" (Siete Millas), una playa de 9 kilómetros, muy cerca de GeorgeTown la capital de las islas, famosa por sus aguas de color turquesa y una arena extremadamente blanca. Es una de las mejores 5 playas del Caribe. Esta zona se disfruta de día y de noche ya que ofrece bares, restaurantes, varios hoteles y centros nocturnos.

NADAR CON RAYAS: 

Vacaciones en las Islas Cayman

La excursión más popular de Cayman es Stingray City, un banco de arena en el medio del mar para nadar con rayas.


 Una de las excursiones más populares es Stingray City, un banco de arena en el medio del mar en el que los visitantes son invitados a bajar de la embarcación, moverse entre mantarrayas, darles de comer y acariciarlas. Un dato: lo mejor es ir bien temprano por la mañana.

HISTORIA DE TORTUGAS:

 Turtle Farm -o la granja de tortugas- es un paseo ideal para la familia. Este parque temático marino no sólo tiene un criadero de tortugas marinas, sino también un acuario con tiburones, un aviario y un recinto con iguanas. La tortuga está íntimamente vinculada con las islas ya que, cuando Colón las descubrió en su cuarto viaje a América, las bautizó "Islas Tortuga" por la gran cantidad de ejemplares de esta especie. Cuentan que en 1586, Francis Drake les cambió el nombre por Cayman Islands.

BAJO EL AGUA: 

Meca de buceadores, aquí hay variedad de escenarios para ellos, desde arrecifes de poca profundidad con bancos de peces, hasta paredones escarpados y barcos hundidos. Sólo en Gran Cayman hay 159 puntos de inmersión. Aunque la isla Pequeña Cayman cuenta con el Parque Marino Bloody Bay Wall que, conocido por sus desniveles y pasos submarinos, la convierten en uno de los mejores lugares del mundo para bucear.


Colombia, historias de oro, selva y mar


Colombia, historias de oro, selva y mar

La naturaleza de Tayrona, junto al 

Tres altas cordilleras que separan el país en muchos valles -las "sabanas" colombianas- con identidad propia. Costas sobre dos océanos, el Atlántico y el Pacífico. Un gran río, el Magdalena, que corre de norte a sur desde el Caribe a las montañas y fue la vía histórica para adentrarse en Colombia: lo navegaron todos, indígenas, españoles y los soldados de Bolívar en la guerra de independencia. Todo eso se intuye desde el avión que aterriza en Bogotá, aunque para otro viaje quedarán las haciendas cafeteras en las alturas de Manizales y Pereira -hacia el Pacífico- igual que el sueño de conocer Medellín y Cali, ciudades que hoy luchan contra sus propias leyendas. Como el café, que en su mejor combinación tiene un sabor que es al mismo tiempo dulce, ácido y amargo en un delicado equilibrio, Colombia se presenta al viajero desde las alturas andinas de Bogotá -ubicada a 2.600 metros sobre el nivel del mar- en su cara más cosmopolita. Una ciudad moderna con ocho millones de habitantes y un tránsito endiablado. Una ciudad orgullosa del pasado colonial español y de la herencia de los antepasados indígenas -para muestra, allí están el barrio de La Candelaria y el Museo del Oro-, donde no faltan restaurantes exclusivos, centros comerciales al estilo Miami, santuarios, museos, conventos e iglesias, barrios bohemios y las obras de Fernando Botero.
Luego, el sabor de Colombia se hace más denso hacia las "tierras calientes" del Caribe, con un viejo encanto amurallado en Cartagena, el sitio más frecuentado del país por turistas de todo el mundo. Ese sabor se percibe también entre las plantaciones de bananas y palmeras que rodean la ciudad de Santa Marta, al pie de la Sierra Nevada. Por allí está el Parque Nacional Tayrona, que resguarda playas vírgenes. Y la Ciudad Perdida de la etnia tayrona, oculta a gran altura en la sierra. Esta es una región que el escritor Gabriel García Márquez transformó en mito. Su pueblo natal, Aracataca, está a 80 km al sur de Santa Marta, enclavado en la zona bananera donde reinaba la United Fruit en la década de 1920. El gran puerto bananero era Santa Marta, la del vallenato ("tiene tren pero no tiene tranvía"), que le toma el pelo a aquellos que trajeron una locomotora pero nunca los necesarios rieles.
Bajo el sol de Bogotá

"Se le escapó el estrato", dicen en chiste los bogotanos para referirse a quien revela sin darse cuenta -con una palabra de más o de menos- en qué barrio vive. Ocurre que en la década de 1980 la ciudad fue dividida en áreas socioeconómicas, para fijar tarifas diferenciadas en los servicios públicos. Los más humildes viven en el sur de Bogotá, que corresponde a los estratos 1 al 3. La clase media corresponde al estrato 4 y los más ricos -estratos 5 y 6- viven en el norte. Nuestro guía, Jorge León, cuenta que un sueldo promedio ronda los 650 dólares, una matrícula en la Universidad de los Andes cuesta 8.000 dólares y un auto chico, 18.000 dólares. Los ómnibus del sistema TransMilenio son parte del paisaje, igual que miles de autos y motos. Por eso el consejo es alojarse en un hotel céntrico, ya que se demora mucho en los traslados.
Como sea, una manera de orientarse rápido es mirar hacia el este, a las alturas de la Cordillera Oriental colombiana. Las zonas más interesantes de Bogotá siguen la cordillera, de norte a sur. Hay un ómnibus turístico para recorrer la ciudad (www.turisbog.com).
Con identidad propia, La Candelaria ocupa el área bordeada por la avenida Jiménez de Quesada, -el nombre recuerda al conquistador español que fundó Bogotá en 1538- y las iglesias, palacios de gobierno y museos se concentran junto a la Plaza de Bolívar. Hacia el noreste corre "el centro", barrios como El Chapinero y La Merced, con casas de estilo inglés y ambiente bohemio, igual que el barrio La Macarena. Más al norte, en la Zona Rosa, están los shoppings, restaurantes y hoteles más caros. Usaquén era un pueblo de las afueras y hoy es un barrio conocido por sus tranquilas plazas, sus bares y la feria de fin de semana. Está en camino a la "catedral de sal" de Zipaquira -ubicada a 30 km de Bogotá- que fue tallada dentro de una mina de sal. Allí se baja a 180 metros de profundidad, hay 14 estaciones del Vía Crucis, una gran cúpula y la imponente nave central de la catedral. Otra opción está a 75 km al norte de Bogotá, es la Laguna de Guatavita: un lago sagrado de la cultura muisca, ubicado a 3.100 metros de altura. Allí nació la leyenda de El Dorado, por el ritual de coronación de los caciques con ofrendas de oro y esmeraldas, en una barca ceremonial.
Con sus casas coloniales de dos pisos, techo de tejas, mucha madera y rejas de hierro forjado, el barrio La Candelaria es el sitio donde nacieron las luchas de independencia en 1810. Aquí, los franciscanos y los jesuitas crearon colegios y monasterios que le dieron fama a Bogotá como centro universitario. Los palacios de la Corte Suprema, la Alcaldía, el Palacio Arzobispal y el Museo de la Independencia rodean la plaza Bolívar. Detrás del Capitolio está la sede presidencial Palacio de Nariño, que guarda una gran colección de arte moderno colombiano. La catedral, reconstruida en 1823 en estilo neoclásico, conserva un altar en plata labrada y un coro esculpido en madera de nogal, además de pinturas de Gregorio Vásquez de Arce, el más célebre pintor de la época colonial, cuyas obras también se pueden apreciar en el cercano Museo de Arte Colonial. Frente a la Plazuela de Rufino Cuervo está la casa de la amante de Bolívar, Manuela Sáenz, allí está hoy el Museo de Trajes Regionales, con ropas típicas de los pueblos originarios. Enfrente está el Palacio de San Carlos: el 25 de septiembre de 1828 Bolívar escapó de allí por una ventana -señalada ahora para los turistas- porque querían asesinarlo. Manuela Sáenz lo ayudó a salvar su vida.
A pocos metros está el imponente Teatro Colón, el más prestigioso del país. La Casa de la Moneda data de 1620 y fue la primera en acuñar monedas de oro y plata en Sudamérica, aún se pueden ver aquí las máquinas acuñadoras. Este edificio comparte su espacio con el Museo Botero, las obras del artista se exponen junto a otras de Picasso, Monet, Dalí y Miró. No muy lejos está el Centro Cultural García Márquez y la célebre librería "Yerbabuena", frecuentada por la bohemia literaria bogotana.
Probablemente la mejor vista de Bogotá está en el cerro Monserrate. a 3.152 metros de altura. Se sube con funicular y arriba, además del santuario religioso, hay un mercado popular y restaurantes. Al pie del Monserrate está la Quinta de Bolívar, una espléndida mansión colonial con jardines para pasear, que guarda testimonios de la vida y las batallas del libertador.
Cartagena mágica

"Me bastó dar un paso dentro de la muralla, para verla en toda su grandeza a la luz malva de las seis de la tarde y no pude reprimir el sentimiento de haber vuelto a nacer", escribió Gabriel García Márquez en "Vivir para contarla", su libro de memorias. El gran escritor llegó en 1948 a Cartagena, "el corralito de piedra", como la llaman aquí. Los señoriales palacios y conventos lo fascinaron como escenario de sus ficciones más románticas: los amores de Fermina Daza y Florentino Ariza en "El amor en los tiempos del cólera" y la pasión de la marquesita Sierva María de Todos los Angeles en "Del amor y otros demonios". Por la Calle de la Media Luna vio pasar a Simón Bolívar triunfante en "El general en su laberinto". Hoy existe un recorrido temático por la ciudad amurallada, "La Cartagena de García Márquez"(www.tierramagna.com) con 35 paradas que los turistas, a pie, miran con audioguías y algo de radioteatro. Para el escritor, el sitio más nostálgico era el muelle de la Bahía de las Animas, donde estuvo el mercado central: "Con lo que allí escuchábamos mientras comíamos hacíamos el periódico del día siguiente", anotó. Ese muelle es hoy un paseo costanero que aloja el Centro de Convenciones, donde estuvieron Bill Clinton y Barack Obama, entre otros. No muy lejos, los cruceros turísticos van y vienen desde Miami. El corazón colonial de Cartagena -fundada en 1533 por el español Pedro de Heredia- está encerrado entre los 12 km de sus murallas. El "centro" es un laberinto de calles empedradas, plazas, iglesias, casas de colores vibrantes -amarillo, azul- que fueron mansiones cuando Cartagena era una plaza fuerte asediada por piratas ingleses y franceses, donde convivían aristócratas criollos, encomenderos, soldados y esclavos africanos.
El barrio de San Diego y la Plaza de Santo Domingo son íconos de la ciudad, mientras el barrio de Getsemaní ahora ve cómo se reciclan sus humildes casonas, valuadas en millones de dólares. Dicen por aquí que los argentinos son entusiastas de Cartagena. Que siempre vuelven a la Puerta del Reloj, el Teatro Heredia, la Plaza de los Coches, la plaza de Las Bóvedas, el castillo de San Felipe, la casa de García Márquez, la Catedral, la iglesia de San Pedro Claver, el Palacio de la Inquisición, la casa del Marqués de Valdehoyos, la plaza de Bolívar y el viejo convento de Santa Clara transfigurado en hotel. Que frecuentan la tienda "El Centavo Menos" -está allí desde 1933- y el "Café del mar", a la hora de la caída del sol en las murallas.
Algunos eligen pasear de noche en un coche de caballos. Otros se fotografían ante "el monumento a los zapatos viejos", un bronce inspirado en "A mi ciudad nativa", del poeta cartagenero Luis Carlos López (1879-1950). Con ácida melancolía, allí escribió: "Pues ya pasó, ciudad amurallada, tu edad de folletín/Las carabelas se fueron para siempre de tu rada/¡Ya no viene el aceite en botijuelas!/ Fuiste heroica en los años coloniales/cuando tus hijos, águilas caudales, no eran una caterva de vencejos./Mas hoy, plena de rancio desaliño, bien puedes inspirar ese cariño que uno le tiene a los zapatos viejos".
Santa Marta y más allá

Un perfecto día de playa en el mar Caribe puede tener más de un escenario. Habrá quien prefiera cruzar desde Cartagena a la cercana isla de Barú para pasar el día en un típico hotel de playa. Otros tomarán la ruta Troncal Caribe para hacer 209 km al norte hasta Santa Marta, fundada en 1525 por Rodrigo de Bastidas. Simón Bolívar murió aquí en 1830 refugiado en la Quinta San Pedro Alejandrino -hoy es un museo- con el sueño de la Gran Colombia hecho añicos por la historia. En el casco antiguo de la ciudad se lucen la Catedral y la Casa de la Aduana. La playa El Rodadero convoca tanta gente como el paseo por el malecón, ante la bahía de Santa Marta y el faro de El Morro. Desde aquí, por 144 dólares por persona, hay excursiones al pueblo de García Márquez, Aracataca (www.oroverdeturismo.com) para ver su casa natal transformada en museo, la tumba de Melquíades, la "casa del telegrafista", una estatua de Remedios la Bella, la estación del tren y el bar "La hojarasca".
Las playas casi vírgenes, como La Piscina o Cabo San Juan de Guía, están ocultas en los senderos del Parque Nacional Tayrona ubicado a 34 km de Santa Marta. Hay servicios de ómnibus hasta la entrada. Ya en el parque, se puede alquilar un caballo o andar 7 km entre palmeras y monos aulladores, casi junto al mar, hasta llegar al Cabo San Juan: allí hay miradores con hamacas, un camping y vistas inolvidables. Es un itinerario popular entre mochileros. Y quienes quieran pagar 450 dólares por una noche, pueden alojarse en unas exclusivas cabañas (www.aviaturecoturismo.com).
Para los turistas cinéfilos se ha diseñado "Taironaka", un paseo creado por el ecologista Francisco Ospina Navia en 2008. Está a 57 km de Santa Marta y allí se filmaron escenas de "La misión" en 1986. El dueño reconstruyó milenarias terrazas, casas rituales y caminos de piedra de la cultura tayrona. El río Don Diego corre aquí entre raras especies de flores y árboles, como el alto y verde Macondo, otra manera de evocar a García Márquez. Para los más intrépidos, dispuestos a pagar US$ 320 por persona (www.turcol.com) queda la aventura de trepar por la Sierra Nevada a 1.200 metros, en cinco días de marcha, hasta llegar a la Ciudad Perdida de los tayrona. En 1976 los arqueólogos redescubrieron sus terrazas, canales de riego y murallas, testigos de una gran cultura. Como otros paisajes inesperados de Colombia, es un eco que viene del pasado.