Corría el año 708. Piedra a piedra, se
levantó aquel inmenso Santuario
sobre la roca, y en poco tiempo a su alrededor se fueron
estableciendo los peregrinos, conformando la actual ciudadela que la rodea. Sin
embargo, apenas un año después, en el 709, un gran cataclismo hizo que el mar
se adentrara en tierra e inundara toda la zona, dejando aislado el Mont Saint Michel.
Desde
entonces, el monte se ha convertido en una auténtica fortaleza, pues ese
fenómeno de las mareas se repite dos veces diariamente, dejando a la ciudadela
y su Abadía unida a tierra solamente por su carretera. Dicen que es tal la
velocidad a la que suben las mareas, que el agua atraparía con facilidad a un
caballo al galope… por eso, con cada subida del mar, las campanas del Monte, avisan con
suficiente antelación, pues se ha convertido en casi una tradición o una
curiosidad turística, el observar esa subida del mar a ras de orilla.
Muchas leyendas han corrido desde su
construcción en el 708; desde aquel día en que supuestamente el mar atrapó en
su huida a una mujer embarazada, y ésta reapareció andando por la orilla y con
su niño en los brazos, cuando el mar volvió a apartarse; hasta los que creen
tener visiones de enfrentamientos mitológicos sobre el propio monte entre las
fuerzas del mal y el Arcángel San Miguel.
La Ciudadela
Sobre una isla de 900 metros de circunferencia y 80 de alto, lo primero con lo
que nos encontramos es con el pequeño pueblo que rodea a la Abadía. No hay nada
más agradable que callejear por la muralla, y no sólo ir admirando el paisaje
que desde ella se tiene, sino también disfrutar con las numerosas tiendas de
souvenirs que hay en el pueblo. Y es que este pequeño pueblito vive de eso; delturismo; de los peregrinos. Son varias las callejas
empinadas las que suben hacia el Monasterio; y en todas podremos comprar los
típicos recuerdos, y sobre todo la clásica figura de san Miguel. Por lo demás,
poco hay que ver en el pueblo, salvo quizás la Iglesia de St. Pierre, un
pequeño edificio de los siglos XV-XVI.
La Abadía
El
conjunto monástico comprende la iglesia
abacial, la abadía románica, al oeste, y la Mervell al norte,
donde se encuentra el famoso claustro, construidos por los monjes benedictinos en
el siglo XIII. A ella se accede desde varios senderos, a cual más lleno de
gente que suben bien por admirarla, bien por orar entre sus muros; senderos que
serpenteantes y empinados llegan hasta las mismas escaleras de acceso, las que
nos abrirán paso hacia su nave de estilo románico…
…
y tras descender nuevamente hasta los mismos pies del monte, donde la marea
inunda sus tierras, nos volvemos para echarle una nueva mirada, y grabar en
nuestras retinas su imagen mágica…
via:
locuraviajes.com
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