Jericoacoara.
Créditos: Martin Mangudo
No es Hollywood pero hay un cartel
en lo alto de la ladera. No es Manhattan pero su calle principal se llama
Broadway. Si en Estados Unidos se tomaran tantas caipirinhas por segundo como en Canoa Quebrada,
Los Angeles y Nueva York estarían invadidas por buggies.
El origen del emblema
de esta localidad costera del estado de Ceará,
en Brasil, tampoco
hay que buscarlo en ninguna revolución islámica. Es idéntico al de las banderas
de Argelia y de Pakistán y ahora se ha trasmutado en gorras, camisetas,
pendientes y collares, que se venden en puestitos y tiendas de la calle de
nombre teatral. Precisamente, fue una pareja de turistas pakistaníes quienes,
sin saberlo, provocaron que en la larga escalera que baja a la playa más
céntrica de Canoa
Quebrada se
formen atascos para tomarse una foto frente al hollywoodense cartel de la
medialuna y la estrella.
A mediados de los años 80, la pareja visitó este enclave de
pescadores, como desde los 70 venían haciendo miles de hippies, y le pidieron
al artesano local Chico Eliziário, especializado en esculpir caparazones de
tortuga, que grabara su símbolo patrio. A Eliziário le pareció que la estrella
y la medialuna eran la representación ideal para el límpido cielo del Nordeste,
donde llueve tan poco que, cuando sucede, es una bendición.
Jericoacoara.
Créditos: Martin Mangudo
Como vaticinó aquel
cantante también hippie, los tiempos han cambiado. Hoy las tortugas están
protegidas, la policía vigila que no se comercialicen langostas con colas
pequeñas -menores de 13 cm- y también están a resguardo las falesias,
acantilados arcillosos modelados y coloreados a fuerza de viento y agua. Y aquí
es donde entra en acción el verdadero rey de la costa nordestina: el buggy,
medio de transporte indispensable para surcar dunas y playas. Tomar un buggy en
Canoa Quebrada y dejarse llevar por un experimentado conductor hasta Punta Grossa no tiene precio. Eso sí, hay que ir
sin gorra para que no se vuele, bien agarrado y lleno de protector solar.
Se trata de un espectacular travelling de 35 km que se recorren
en menos de una hora, bien temprano, para poder regresar antes de que la marea
impida el paso. A la derecha, falesias que cambian de color con la intensa luz
del sol, jangadas -típicas balsas con vela-, cabras y jaulas vacías para
langotas y cangrejos. A la izquierda, arena fina, extensas playas donde algunos
niños juegan al fútbol y un océano, del que las barcas de pesca artesanal sacan
los frutos de mar que se pueden degustar en barracas, chiringuitos de comida
que se distribuyen por los casi 600 km de costa de Ceará. Como en la barraca
Chega Mais, al pie de la escalera de la medialuna y la estrella, donde sirven
la deliciosa moqueca de manta raya.
Jericoacoara.
Canoa Quebrada se sitúa
en el municipio de Aracatí,
160 kilómetros al este de Fortaleza por una ruta de playas como Morro Branco
-con sus arenas de colores-, Aguas Belas o Porto das Dunas, donde está el
parque acuático Beach Park, a 22 kilómetros de la capital del estado. En el
camino se puede hacer alto en algún ingenio azucarero, para probar la raspadura
de caña o comprar todos los derivados de la castaña de cajú, desde el fruto
seco hasta dulces, miel y licor.
Playas
en la capital
Fortaleza también tiene sus playas. La mejor
es Praia do Futuro, un poco alejada del centro de la capital estatal. Después
de darse un baño, sentarse en una barraca a saborear cangrejos absorbiendo la
esencia de sus cabezas -mezclada con caldo y farofa- es uno de los mejores
pasatiempos que se puedan recomendar durante el día.
A la tarde, tras pasear por la playa de Iracema o charlar con
los pescadores en Mucuripe, los restaurantes del barrio de Aldeota son una
buena opción, como las terracitas del Dragao do Mar, el moderno centro cultural
de la capital. Para la noche y madrugada, el bar Pirata plantea una curiosa
opción, que promociona como "el lunes más loco del mundo": un gran
espacio al aire libre, que sólo abre el primer día de la semana y con banda y
conjunto de baile propios a ritmo de forró, axé, carimbó o pop, transforma el
lugar en una fiesta continua.
No obstante, la joya de
Ceará está 350 kilómetros al oeste de Fortaleza, en un Parque Nacional. Aunque
ya no es la playa secreta de antaño, Jericoacoara sigue conservando un encanto marcado
por la dificultad de acceso y, ahora, por su sofisticación. De ser hace dos
décadas un pueblo de pescadores sin electricidad ha pasado a ser un destino
chic con servicios hoteleros de primer nivel , pero donde los mochileros
continúan siendo bienvenidos, especialmente si practican surf. No sólo son bien
recibidos sino necesarios, ya que muchos aventureros de múltiples
nacionalidades se quedan un tiempo extra para engrosar las filas del personal
de los hoteles y restaurantes, donde es fácil encontrar a argentinos trabajando
y viviendo la vida.
La mezcla entre
turistas ricos o mochileros, empleados forasteros o locales se aprecia mejor
las noches de los fines de semana, cuando las fiestas de samba, forró o
capoeira generan la misma buena onda que se respira alrededor de los carritos,
que por 7 reales ofrecen, a metros del mar, caipirinhas de todos los sabores imaginables.
Al atardecer hay que
caminar pocos pasos desde los hoteles para subir la dunaPor do Sol y contemplar uno de los más bellos
atractivos de Jeri: la puesta de sol. La base de la duna se confunde con el
agua, así que, tras contemplar cómo el horizonte se apaga, uno puede tirarse
desde lo alto haciendo skybunda o, simplemente, rodar para acabar hundido en el
cálido océano.
La puesta del sol también es el momento para que los vigilantes
usen sus silbatos y adviertan a los windsurfistas que ya es hora de salir del
mar. El mejor lugar para surfear es la playa de Malhada, camino a la famosa
roca agujereada Pedra Furada, como si las olas llamaran con fuerza a una puerta
invisible.
Para entrar o salir de Jeri hay que hacerlo a través del
municipio de Jijoca de Jericoacoara, a 25 km. El trayecto se hace por el
desierto, en jardinera o 4x4. La buena noticia es que los vehículos todoterreno
particulares no pueden circular por el enclave costero y hay que dejarlos en la
entrada del pueblo. Pero sí pueden circular los 4x4 de los residentes o de los
hoteles y lo hacen cada vez más. Aunque de nuevo el rey buggy entra en acción.
"¿Com
emocao ou sem emocao?". Lo aconsejable es
responder "com
emocao", pero entonces hay que agarrarse al buggy con la misma
fuerza que en una montaña rusa para que, cuando acelere cuesta abajo de la
duna, el emocionado turista no vaya a salir volando.
Hay buggies blancos,
amarillos, rojos, incluso alguno rosa y en Jijoca hasta llevaban banderolas o
propaganda durante la reciente campaña electoral. En Canoa Quebrada, donde se
celebra el mejor carnaval de Ceará, los buggies llevan a oasis o dunas, desde
donde uno puede tirarse en tirolesa y amerizar en una laguna. En Cumbuco, a 30
km de Fortaleza, conducen a la cercana laguna de Tabuba, uno de los mejores
lugares para practicar kitesurf. En Jeri, los buggies aceleran por una de las
mejores playas del mundo en dirección al oeste, donde pueblitos como Mangue Seco o Nova
Tatajuba quizás
estén llamados a ser algún día los nuevos destinos hippies de Ceará.
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